lunes, 29 de agosto de 2011

Diosidencias por Gaby Vargas

Tomo de prisa precisamente ese libro azul que esperaba en el anaquel, entre cientos que con el tiempo he acumulado, antes de salir de vacaciones. Ignoro qué me atrae en ese momento de él, cuando ha permanecido ahí desde hace tiempo atrás, sin haber llamado mi atención. Junto con él cargo unos cuatro más, por si el tiempo me alcanza para ponerme al corriente de todo lo que he querido leer.

Justo el día en el que me dirijo al aeropuerto para iniciar los días de descanso, recibo un correo de mi hermano Alejandro, en el que me hace una invitación tan tentadora como anhelada: tener un programa diario de radio. Archivo su invitación en la  parte de atrás de mi mente para pensarla con calma y tomar, en su momento, la decisión adecuada. Ajá, sí cómo no… 

Me embarco junto con otros 42 miembros de mi familia, papás, hijos, hermanos, sobrinos y nietos en una oportunidad única y afortunada que se planeó con un año de anticipación: un crucero por la Patagonia.

En una sobremesa surge el tema del programa y junto con él toda clase de opiniones encontradas: “Es una oportunidad”, “Es una esclavitud” y demás, que se estacionan en mi mente para no volverlas a sacar. Cómodamente pospongo y archivo la toma de decisiones. Las actividades, el paisaje, la novedad y la convivencia ocupan el primer plano. No me vuelvo a acordar.

En el segundo día de travesía comienzo a notar que me salen algunas ronchas en los codos, las piernas, la cintura, y que me provocan mucho escozor. Al principio no les hago caso, sin embargo, conforme los días pasan, las ronchas y la comezón aumentan hasta hacerse notar, en especial por las noches. Una verdadera pesadilla. “La causa es el estrés”, me dice el médico del barco. ¡¿Estrés?! Pero si estoy de vacaciones. Yo creo que se equivoca; ha de tratarse de una alergia, piquetes, o algo que pesqué por aquí. Mi mente se defiende. ¿Yo estresada? Para nada, ¡si estoy en el mar!

Una noche, durante el sueño se revela el origen de mi estrés. “Ya sé por qué tengo ronchas”, le comento a Pablo al amanecer. No sé qué hacer… La indecisión archivada en el inconsciente quiere que la oiga, que la atienda, que le haga caso. ¡Que le defina algo! Ya no sabe de qué otra forma hacerse notar. Es increíble como el cuerpo encuentra formas de somatizar cualquier emoción soterrada que creemos que está ‘en control’.

Salgo a caminar y por fi n me enfrento a la pregunta: ¿Qué es lo que quiero? ¿Y por qué? Pongo en una balanza mental lo positivo, lo negativo, el costo y las satisfacciones de tomar una u otra decisión. Al llegar a mi cuarto, me recuesto y no sé por qué tomo el libro azul It´s All In Your Head, escrito por Stephen M. Polland, que cargo desde México, y lo abro en una página cualquiera, como para ver si me invita.

Lo primero que leo es un párrafo que me pega en la cabeza: Ser feliz, llevar una vida en la que te sientas pleno en lo emocional, psicológico y espiritual, signififi ca darte cuenta de que es imposible tenerlo todo. Seguro puedes tratarlo, pero no sólo serás infeliz, sino que es probable que termines con migraña por golpear tu cabeza contra la pared. El ‘contentamiento’ llega cuando estableces prioridades y juegas, lo mejor posible,  la mano decartas que te tocó. La felicidad viene de una vida redondeada, en balance y completa.

Descanso el libro en mi pecho y entiendo que, en realidad, no hay coincidencias, hay ‘Diosidencias’. Reviso el momento de mi vida, escucho lo que el corazón me dice y me doy cuenta de que decir NO a la oportunidad, en este momento, es lo que me hace sentir bien.