martes, 4 de septiembre de 2012

La sentencia del TEPJF.


Después de casi dos meses de que se celebraron los comicios electorales, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, emitió su resolución final a través de la cual se declara válida la elección y en consecuencia se acredita a Enrique Peña Nieto como Presidente Electo de México.

            Es interesante el tiempo transcurrido desde el primero de julio hasta hoy, porque a lo largo de este periodo, se hicieron estudios y análisis extrajudiciales que nos permitieron tener una visión más amplia de la manera en la que se suscitaron las elecciones y todo lo que ellas implican.

            La semana pasada en su columna del diario Reforma, Jesús Silva-Herzog Márquez hizo un análisis y dio una perspectiva, a mi punto de vista bastante interesante, en la que plasmaba que el TEPJF debía de hacer énfasis primordial en el corazón de la demanda del Movimiento Progresista. Es decir, debían de pronunciarse respecto de si se había violado o no, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, sobre si se había trasgredido o no, el sentido y la esencia que consagra la Ley Suprema sobre el derecho a sufragar y participar la sociedad en la elección de sus representantes.   

            El Movimiento Progresista, solicitaba la anulación de los comicios electorales por una causa primordial: Que no existieron elecciones limpias, equitativas y transparentes. Este hecho que me parece fundamental para determinar si procedía o no la anulación de tales comicios, fue ignorada en su totalidad a lo largo de las poco más de cinco horas que duró la transmisión de la sesión en la que se dictaba el fallo electoral. Los magistrados que conforman la máxima autoridad en la materia, en ningún momento hicieron un análisis profundo de ello, es más, pareciera que no tuvieron ni siquiera el interés para adentrar un poco en el tema. El papel de los juzgadores, se limitó únicamente a desechar todas las pruebas, haciendo mención de que ninguna de ellas era lo suficientemente consistente como para ameritar un análisis mayormente robusto, al grado tal que inclusive un Magistrado señaló que se estaba ante la presencia de “pruebas que no son pruebas”, y de este tipo mil razonamientos más de quienes dicen ser los máximos impartidores de justicia en materia electoral del país.

            Es un hecho de que el PRI y su candidato Enrique Peña Nieto, obtuvieron la mayoría de las votaciones en los comicios electorales, pero también es cierto que el candidato priista, fue el más protegido por los poderes facticos de los medios de comunicación y monopolios de todo tipo. Se contaron nuevamente los votos uno a uno, e incluso se anularon casillas donde se encontraron mayor número de irregularidades, pero el punto primordial, y en ese sentido he de compartir la opinión de la Izquierda mexicana, no se puede tener una elección limpia, equitativa y transparente mientras no exista la voluntad ni la ética para hacer bien las cosas.

            Parece entonces, que ya es una costumbre que después de cada elección se tiene que hacer una reforma en materia electoral, porque los partidos políticos siempre encuentran el camino para violar de manera legal el sentido y las razones por las que surge una Ley y/o sus subsecuentes reformas; mirando muy de vez en cuando de que no sería necesaria dicha costumbre, si existiera ética en los actores políticos y Jueces, partícipes en una jornada electoral. Eduardo Couture, un gran jurista uruguayo, apunta acertadamente que “el deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha siempre por la justicia.” Los Magistrados del TEPJF, se inclinaron por un Derecho mexicano incapaz de garantizar el derecho a la Justicia, por este que no fue pensado para hacerse en favor de la sociedad mexicana. En ese sentido, el papel de dichos juzgadores, sarcásticos en cierto punto, se apegaron solamente al Derecho, y dejaron de lado la razón para emitir opiniones sin sentido.

            He remarcado en muchas ocasiones que a mi parecer, haber anulado la elección, no representaba darle la razón a la izquierda en un sentido político; más bien, se inclinaba a la postura de respetar los derechos de un pueblo para elegir a sus gobernantes libremente, y desde esa esa perspectiva, sin influencia ni intervenciones de los poderes fácticos que son poco respecto de los temas donde no les compete estar. Anular los comicios, significaba pues darle el lugar que México necesita para aprender que deben darse y hacerse las cosas correctamente para generar un verdadero cambio que nos permita no seguir estancados en los mismos problemas de siempre.

            En fin, México tiene hoy un Presidente Electo y es Enrique Peña Nieto, un hombre polémico por muchas cosas que dejó ver de sí mismo a lo largo de todos estos años desde que fue Gobernante del Estado de México. Un hombre hecho a la vieja escuela autoritaria priista, formado en un estado donde por más de ochenta años el PRI ha sido el partido en el poder; un señor envuelto en un “escándalo protegido” por el dudoso fallecimiento de su esposa Mónica Pretelini; una persona de bajo grado cultural incapaz de dar el nombre de tres libros que marcaron su vida en la FIL de Guadalajara en Diciembre de 2011; un político que no tuvo más carrera en la administración pública que el ser Gobernador de un Estado deficiente por la poca transparencia y rendición de cuentas que predomina; un padre de familia con una hija arrogante, que demuestra el poco conocimiento de la realidad social mexicana; el mismo que desconoce el salario mínimo del país que piensa gobernar, y que desconoce los precios de la canasta básica porque “no es la señora de la casa”; ese Enrique Peña Nieto, un hombre que llegó al poder gracias a una campaña armada desde casa, con protección absoluta de quienes tienen el control del país, de quienes viven a favor de un neoliberalismo capaz de producir 60 millones de pobres pero incapaz de resolver los problemas fundamentales del empleo, salud, vivienda, educación, seguridad, productividad, competencia, y la pobreza misma entre otros.

            Los mexicanos tienen hoy por hoy un Presidente que comenzará sus labores a partir del 1° de Diciembre de 2012, y pasaran seis años para que podamos nuevamente tener la oportunidad de elegir a quien dirigirá la Nación por los siguientes seis. Ojalá y esa sexta parte de la sociedad, es decir 19 millones números cerrados de los 120 que aproximadamente somos, que eligió a Peña Nieto para ser su Presidente, no se equivoquen y no pasen por desperdiciados los seis años que se avecinan. Aunque francamente y conociendo el historial del PRI y de EPN, tengo poca esperanza de que al validar la elección y nombrar a un Presidente Electo, se haya protegido la voluntad de los mexicanos que en minoría tomaron, a su parecer, la decisión más correcta.